*Los trazos finamente delineados de la imponente estructura roja que data de 1871 cautivan las miradas de los transeúntes en el centro histórico del Pueblo Mágico
Jaime Carrera
Chignahuapan, Pue.- La cotidianidad del centro histórico de Chignahuapan, entre comerciantes, promotores turísticos y músicos tocando violín, transcurre en torno a una imponente estructura octagonal roja, la cual luce como nueva a pesar de sus 150 años de antigüedad. Detenerse debajo del monumental kiosco de este municipio, es como hacer una parada en el tiempo.
Hoy todavía se puede observar a locales y algunos turistas curiosos, remojar sus manos en el agua que brota de la fuente debajo del kiosco, la cual era utilizada por la población y que se creía que era sagrada y pura para todo aquel que la bebiera, como parte de las historias que narran bisabuelos y abuelos a los habitantes más pequeños de la zona.
En lo alto del kiosco, una luna en cuarto menguante custodia a todo un pueblo habitado por totonacos desde el siglo VII d. C.; símbolo postrado arriba de tablas delgadas y cortadas, colocadas una sobre otra como las tejas de los techos típicos de la región, y cuyo origen corresponde al estilo mudéjar: desarrollado en los reinos cristianos de la Península Ibérica.
Y es que la media luna es un símbolo muy común en el mundo árabe y, quizá, no existe algún objeto natural tan reverenciado desde tiempos remotos hasta la actualidad como el único satélite natural de la Tierra, por lo que esa figura metálica de la parte alta del kiosco es un símil de la propia estructura de madera, pues es igual de respetada por los chignahuapenses.
Dato importante: el término mudéjar procede de la palabra árabe “mudayyan” que suele traducirse como “aquel a quien le es permitido quedarse”, por lo que pareciera que el kiosco de Chignahuapan, es una especie de vigía que custodia las tradiciones, dejando avanzar a una inevitable transformación de un municipio que tiene tanto para ofrecer a los turistas.
Actualmente todo gira siempre en torno a este colorido kiosco, el cual se encuentra sostenido por ocho pilares de madera, con una plataforma elevada y piezas que conforman un rompecabezas de tonos azul, rojo y ocre, muy original, único en su tipo en el mundo y sumamente llamativo que destaca de entre toda la arquitectura e inmuebles alrededor de la Plaza de Armas.
Aunque entre los elementos de construcciones mudéjar se priorizan el yeso, ladrillo y cerámica, la madera se utilizaba como techumbre tanto en Europa como en América, a donde fue traída esta técnica que, en el caso de Chignahuapan, le dio un toque de sobriedad y elegancia al centro del pueblo, pero también de una saturada explosión de colores.
Desde donde se mire, los trazos finamente delineados cautivan las miradas de los transeúntes, y cada par de estrellas acompañadas de una luna menguante abren un paso hacia el universo cuyas constelaciones cobijan y adornan el asombroso cielo de Chignahuapan, durante esas noches, acompañadas de un café de la Sierra Norte.
Es así, en torno a una imponente estructura roja que data de 1871, como la vida de los chignahuapenses transcurre con normalidad, en medio de un ambiente folklórico entre danzas ancestrales y una oferta gastronómica incomparable que, en su conjunto, sitúan a este municipio como un referente mundial de todo lo que Puebla tiene para ofrecer.